Tenemos el alma en un luto intentado cobijar el dolor de las madres.
y tu "verdad histórica" supurando.
Memoria que enciende esta lucha y toma las calles.
HABITANDO EL HUECO sinletraD.
He tenido que recurrir a todas mis ausencias y a todas mis muertes para que la tuya no me convierta en añicos los trocitos que todavía me quedan del corazón que tú habías logrado pegarme. Pero aquí estoy, añorando retroceder o alargar, ya no distingo, todo el tiempo que me regalaste. No había comprendido hasta hoy todo lo que tu vida sostenía la mía. Y me siento egoísta. Y quiero pedirte perdón pero no tengo forma de hacerlo.
Dic.28. 2017
Tras la muerte de alguien que amas las personas que te rodean y aprecian consideran que existe un periodo en que está bien y es necesario acompañarte el cual es inmediatamente después de dicha muerte. Si no han pasado por una situación similar consideran que lo más importante es estar durante el velorio y días posteriores, tal vez un par de semanas.Pero durante estas primeras semanas, al menos desde lo personal no sientes casi nada, los sentidos se te cortan, el mundo se detiene, duermes, duermes y duermes, estás en shock, esperas que regrese, regresas al trabajo porque tienes que, comes porque tienes que, sobrevives como autómata.Lo peor viene meses después cuando el peso irremediable de la realidad te cae sobre la cabeza como una cascada: no va a regresar. Lo que pasó puede volver a suceder en cualquier momento, aún te quedan personas amadas vivas. Ya no hay estado de shock que te proteja, recobras poco a poco los sentidos, comienzas a sentir el paso del tiempo, a extrañar su olor, el sonido de sus pasos, el gusto de las comidas que adoraba comer. Y este periodo, el más extenso porque no tiene fin es aún peor porque a las personas que te acompañan les comienza a parecer que ya se cumplió tu plazo para sufrir como si el dolor tuviera fecha de caducidad, que ya pasaron un par de meses, que ya tu dolor es hartante, tu discurso es insistente, que no dejas ir, que no sabes soltar, que no le estás echando ganas, que no te propones ver la vida, aprender la lección que la muerte nos deja (????). Que la muerte y el duelo y el ardor tienen una vigencia.Y se cansan y se van.Y comienzas a sentir vergüenza de no poder dejar de arder.Y rabia ante tanta indiferencia.
El luto más cruel es la conciencia del porvenir traicionado y cuando llega el desgarrador instante en que un ser querido cierra los ojos, al punto se siente con qué novedad hostil el instante siguiente ‘asalta’ nuestro corazón.
Cuando se te muere alguien con quien has convivido mucho tiempo, no sólo te quedas tú tocado de manera indeleble, sino que también el mundo entero queda teñido, manchado, marcado por un mapa de lugares y costumbres que sirven de disparadero para la evocación, a menudo con resultados tan devastadores como el estallido de una bomba.
...tras la muerte queda un murmullo... lento, constante, se va hoy y regresa mañana. A la muerte le faltan palabras. Tras el final queda algo, algo imperecedero: ¿qué es algo?: palabras, cosas, amores, recuerdos, poemas, vidas, casas. La muerte nunca se agota, nunca se va, siempre deja pendientes. Algo es una de ellas: ¿qué es algo? todo es algo.
Meses sin pasar por este sitio que ha sido fuga y sublime aniquilación de des-encuentros. Es posible que sea "la sensación de domingo" por la noche la que me tiene aquí sin prisa. Aunque desde que murió H y después G y después M la "sensación de domingo", esa en la que te despides y todo pasa más lento y quisieras detener el instante último y hacerlo perdurable, la vivo todos los días desde sus muertes.
H murió un día de julio, hace unos días que lo sueño de forma recurrente. Mezclo imágenes de su adolescencia, de su perfecto cuerpo, de sus ojos morenos, su sonrisa y su necesidad de sentir que me cuidaba pese a los años lejos, todo es amor pero después se mezcla todo, aparecen las imágenes más horribles que he visto en los mataderos.
Sueño con el vestido morado de G el día de su boda y luego veo a M. sentada en la cama del hospital diciéndome: "No tengo miedo y tú no debes tenerlo tampoco", y algo hay ahora de cierto. No tengo miedo. A mí ya no me habita el miedo, ni el cansancio, ni la más profunda tristeza, ni la iracunda rabia. Me habita el recuerdo. El recuerdo de H y de G. El recuerdo de sus muertes violentas, arrebatadas. El recuerdo de lo mucho que necesito que M esté conmigo. El recuerdo de los otros, de nosotros siendo otros. Yo lo que tengo es recuerdo, "porque corazón ya no tengo", nunca supe jugar a la d-es-memoria y el recuerdo de todo me aniquila las ganas y me vuelvo fuga y silencio. Soledad.
Tengo recuerdo, ya ni siquiera nostalgia de vida, sólo tengo recuerdo y eso no se lo deseo a nadie.
Años
"Han pasado años ya y se puede valorar qué quisimos hacer, qué pudimos lograr. Lo que era real, lo que permaneció, lo que no estuvo mal y lo que se perdió. Cualquier día como hoy moriremos tú y yo, será nuestro final y no habrá solución. Cuando tenga que ir, yo no quiero sentir que no aproveché bien los años que viví.
Que no supe apreciar a quienes conocí, que no supe luchar por aquello en que creí, que no reconocí todo lo que hice mal y que no me esforcé para no hacerlo más.
Mil historias van ya, y las que quedan por llegar, y unas veces reír y otras veces llorar. Intentar aprender para hacerlo mejor y poner voluntad y poner corazón. Y poner corazón, aunque te hagan sangrar, y tener el valor de querer escuchar. Y ponerle tesón, aunque cueste respirar, porque no hay otra opción: anarquía y libertad".
"Algo pasa en el país. ¿Adivinamos qué? Tú haces, yo hago, ella hace, él también. Coincidimos muchos aunque nos coordinamos poco. Sin embargo, ahí están los otros, los desaparecidos, aquellos que nos pesan, ellos nos murmuran algo tenue y se nos cuela dentro de la mente antes que cobre forma; parece una ilusión perdida, un antiguo deseo olvidado. Tal tono da la impresión de ser un negativo, pero hace una nueva memoria. Entonces vibra la escucha otra, la mirada otra, el equilibrio otro, el miedo otro, y vibran las acciones otras porque somos otros. Algo pasa en el país".
E.
Uno.
Porque hay más.
Más están fuera.
Fuera de la habitación.
Fuera de las demás habitaciones.
Fuera de la casa.
La casa es demasiado grande.
Se extienden cuando duermo.
Porque también hay muchas.
Últimamente están deterioradas.
Húmedas. Ciegas.
Depende de los días.
Depende de las nubes.
También de las imágenes.
Sobre todo, depende de los hilos.
Partir es dar pasos fuera.
Fuera de la habitación.
De la mente, no:
no hay. Hay hilo.
Partir es dar pasos
fuera de la habitación con el hilo.
El mismo hilo.
A veces se rompe
el hilo. Porque es endeble,
o porque la otra habitación
está oscura. Sin
querer, tiramos de él y se rompe.
Entonces queda el silencio.
A veces se rompe
el hilo. Porque es endeble,
o porque la otra habitación
está oscura. Sin
querer, tiramos de él y se rompe.
Entonces queda el silencio.
Pero no hay silencio.
No mientras se dice.
No lo hay. Hay hilo,
otro hilo.
La palabra silencio dentro.
Dentro de uno -¿uno?
Mi querido Theo:
Y es la conciencia de que nada (salvo la enfermedad) puede quitarme esta fuerza que ahora empieza a desarrollarse, es esa conciencia la que me hace considerar el porvenir con valor, y me lleva a soportar en el presente muchos malos ratos. En fin, sea lo que sea, quiero, a cualquier precio, marchar adelante, quiero ser yo mismo. Es porque siento obstinación en mí, y porque estoy encima de lo que la gente pueda decir de mí o de mi obra.
Desde el momento que nos esforzamos por vivir sinceramente, todo marchará muy bien, aún si hemos de sufrir inevitablemente sinceros pesares y verdaderas desilusiones; probablemente cometeremos también graves faltas y malas acciones, pero es cierto que más vale tener espíritu ardiente, aún si se han de cometer faltas, que ser mezquino y demasiado prudente.
Es bueno amar todo lo posible, pues en eso reside la ver
dadera fuerza, y el que ama mucho realiza grandes cosas y es capaz de realizarse, y lo que se hace por amor está bien hecho. Si se pronunciaran solamente unas cuentas palabras, que tuvieran un sentido, se haría mejor que pronunciar muchas que sólo fueran sonidos huecos y que podrían pronunciarse con tanta mayor facilidad cuanta escasa utilidad tuvieran.
Si se sigue amando sinceramente lo que es, de verdad, digno de amor, y si no se derrocha el amor en cosas insignificantes, y nulas, e insípidas, se logrará poco a poco más luz y uno se hará más fuerte.
Hasta muy pronto y un buen apretón de manos. Todo tuyo,
Vincent
mi mamá (Marcela Islas Anaya) ha muerto
mi perro (Azul) ha muerto
mi gato (Gabriel) ha muerto
mi vida se muere todos los días
"Escribir el dolor para proyectarlo, para actuar sobre él con la palabra, por no llorar tan adentro, tan a escondidas".
Habré de perderme a mí ya que en el mí se aloja todo dolor. Digo dolor
para nombrarlo, exorcizarlo, y en el nombre me digo, para exorcizar al
mí. Escribo el mí para que resbale hacia la página, pero se me pega a
los dedos y no acierto, no acierto a diluir en la tinta el llanto. A
sacudidas me digo, a sacudidas, la letra, y luego...
Contra lo
irremediable me alzo, alzo el grito, contra lo irremediable. Vago por el
mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo, un grito; cada sonrisa,
un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el único, el
mismo, aquél que brota en el final, cuando ya nada importa.
Intrusa
de mi mundo y del ajeno, no hallo lugar para el descanso. La fe de los
comienzos, no; el perdón, no. Sólo el balbuceo. La salvación, no. Sólo
el balbuceo. Después del grito, el balbuceo. Asolada, el balbuceo.
Mis pasos doblándose hacia dentro. La mente desposeída de estrategias. Sólo el balbuceo.
Dolor, ni tan siquiera –palabra sin sentido.
No abro las cortinas. Ninguna cortina. La habitación a oscuras.
Málaga,
Damasco, Delhi... en todas las ciudades la vida me es ajena. Todas las
ventanas son la misma ventana. Todas las aceras reciben el mismo cuerpo.
La misma soledad cayendo, excesiva. Morir es un exceso. Me ex-cedo.
Balbuceo.
Sigo alimentándome tan sólo para poder decir el exceso.
A contra-vida. Abajo. Y a nadie que esté vivo ha de importarle lo que
digo. No es más que un murmullo soterrado, apenas inquietante.
Chantal Maillard en el blog de Stalker
Escribir que te extraño, en eso se me va la vida y el tiempo. No escribir sobre tu recuerdo me detiene los llantos pero sólo los acumula y los hace estallar en las noches de insomnio. No puedo imaginar los lugares a los que te gustaba ir, ni escuchar tu música, tampoco puedo disfrutar del cine ni de un atole de guayaba. No puedo oler la tierra mojada sin que la pausa se me colapse. Vivo una terrible auto-provocación de amnesia.
Como pensarte me duele en lo más profundo de la existencia, hago todo lo posible para no hacerlo, esa es la verdad, y eso sólo me hace más miserable.
Sé cómo se viven las muertes pero no sé cómo se sobrevive a las ausencias sin que el luto me mutile las ganas poco a poco.
Pasa el tiempo y yo todavía no sé cómo vivirlo sin ti.
Pasa el tiempo y que hayas muerto me amarga y me deprime.
Tu muerte me ha convertido en otra, la que nunca hubiera querido ser: la desmemoriada
No puedo dejar de sorprenderme ante la poca amplitud de nuestro marco de indignación. Admiro demasiado las virtudes del animal perdido en mí y deploro demasiado las macabras inclinaciones del animal humano y la falta de coherencia de una racionalidad que, teniendo la lógica (y por lo tanto la justicia) por fundamento se empeña en proteger a ultranza la propia especie en detrimento de las demás y, consecuentemente, de la suya propia. No me siento superior a ningún ser por el hecho de formar parte de una especie que ha desarrollado su capacidad intelectual a expensas de la noción sistémica que a todo animal pertenece.
Nada es independiente. No puede destruirse una especie sin que la cadena entera padezca las consecuencias y, cuando esto ocurre, también peligra la supervivencia de la especie humana, lo cual es lamentablemente para muchos la única razón del cuidado que habríamos de tener para con el planeta y la única que nos libra, a quienes hablamos de ello, de ver alzarse algunos hombros o dirigírsenos sonrisas complacientes. Razón de especie que remite al cerco limitado de nuestro territorio y sitúa la aplicación de la justicia en el espacio exiguo de nuestra balanza. Así de estrecho es nuestro marco.
¿Será demasiado amplio el sentido de la equidad desde el que pudiera entenderse que el derecho a la vida, a la libertad y al territorio de supervivencia no nos concierne tan sólo a los seres humanos?
"Porque, en realidad, la muerte no existe, lo que existe son los muertos o, mejor dicho, las ausencias. Lo que existe es el dolor de la desaparición de unos y la anticipación de la nuestra propia. Y el vértigo. Y la náusea".
Que la vida es un movimiento,
una posibilidad, una escogencia. Y que entramos en ella ejercitando la
libertad de creer o no, decidiendo o no, pero nunca como sujetos pasivos
a los que les pasan cosas sin que ellos puedan decir...
yo no participé de ellas. En los hechos, en los acontecimientos, todos
participamos eligiendo lo que nos pasa o que no nos pasa. Y en estos
sucesos escogemos lo que será nuestro destino porque nada nos llega de
golpe sino por partes, por pasos, permitiéndonos siempre una elección.
Construimos nuestra tragedia eligiendo entre la esperanza y la
desesperanza, los sueños y la realidad, la destrucción y la
construcción. Y en este ejercicio de la libertad el destino (el azar)
desaparece.
"Sin destino". Una novela terrible, porque en ella se construye la
destrucción y el olvido de la felicidad, que es no ser para no sentir.
Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre. No sé dónde nací. Lo primero
que recuerdo es que estaba en un lugar umbrío y húmedo, donde me pasaba el día
maullando sin parar. Fue en ese oscuro lugar donde por primera vez tuve ocasión de
poner mis ojos sobre un espécimen de la raza humana. Según pude saber más tarde,
se trataba de un ejemplar de lo más perverso, un shoshei...
Algo aquí, en lo más cercano y dentro
que sé que tengo,
se me está haciendo trizas.
Mira S., algo me dice que cuando te vea, si es que te veo, me adentraré en una tonalidad como la de los ojos de Caruso.
El que odiaba a los muralistas y pinta murales, también va a conciertos de Luis Miguel y ve futbol.
Ayer soñé con aquel que nunca supo ser él, sólo fue para sí mismo: un monstruo en la cubeta.
Todo remite a otra cosa. Estoy hecha de recuerdos. Soy ya más memoria que
presente. Debe ser eso, la vejez: todo es reconocido; nada se ofrece puro.
Cualquier impresión apela a otra, anterior, que se activa con tal fuerza que la
actual se convierte en simple soporte del recuerdo.
Así
también mi vida, en dos tiempos superpuestos, el antes y el ahora, el ahora con
su sombra y su resonancia, sus ecos. ¿Cómo dar un paso, en esta ciudad, sin que
algo resuene en la memoria? ¿Cómo leer el nombre de una calle sin oírlo
pronunciar dentro de mí con el acento de una voz que no es la mía? ¿Cómo ver sin
volver a ver? ¿Cómo caminar con mis pasos, ahora
Los lugares duermen durante nuestra ausencia, se inmovilizan. Los
hallamos tal y como los dejamos y hay que atraerlos despacio hacia el ahora que
somos, que hemos venido siendo mientras tanto. Es extraño encontrarse con la
huella del gesto que hicimos entonces: en el bolígrafo que posamos en la mesa,
la carta que dejamos sin abrir o el rastro de un objeto que desplazamos. Gestos
que no tuvieron continuidad porque nos llevamos las manos a otro lugar y allí se
entregaron a otros movimientos. Es extraño ver cómo ahora estas mismas manos
recogen el bolígrafo, abren la carta y levantan los objetos con temor a que algo
de aquello pudiera quebrárseles entre los dedos.
No obstante, el ahora está hecho del antes. Volvemos a plegar en los
mismos pliegues, y no basta recordar para alisar el tejido. A menudo, las hebras
se cansan de tanto plegar. A veces, incluso, se rompen. El tejido, entonces,
cede. Se vino abajo, decimos, en esos casos.
Cuando vuelvo al ahora, mi
escritura se endereza, como si la inclinación determinase el movimiento de la
ida, o el de la vuelta, es lo mismo, el de una fuga, siempre. Recta, en cambio,
la atención se detiene y equilibra, ¿qué es lo que equilibra? No lo sé. Tal vez
el ahora sea simplemente cuestión de equilibrio. El de la mente, atrás y
adelante, adelante y atrás, el yo queriendo afianzarse. El yo se afianza en la
doblez. Ha de poder reconocerse. Por eso vuelve atrás. Para decirse. Y se
proyecta hacia adelante por lo mismo. La identidad del yo se forja con el doble.
"La democracia es cancerosa y su cáncer es la burocracia.
Una oficina arraiga en un punto cualquiera del Estado, se vuelve maligna como
la Brigada de Estupefacientes, y crece y crece sin descanso hasta que, si no
es controlada o extirpada, asfixia a su huésped, ya que son organismos
puramente parásitos. (En cambio una cooperativa puede vivir sin Estado.
Es una ruta a seguir. Crear unidades independientes que satisfagan las necesidades
de quienes participan en el funcionamiento de cada unidad). Una oficina opera
a partir del principio contrario inventar necesidades para justificar
su existencia. La burocracia es tan nefasta como el cáncer, supone desviar
de la línea evolutiva de la humanidad sus inmensas posibilidades, su
variedad, la acción espontánea e independiente, y llevarla al
parasitismo absoluto de un virus."
"El almuerzo desnudo".
William Burroughs.
Hoy te soñé Lachs, tan raro fue que no he pensado en otra cosa. Tu barba peliroja, tu sonrisa con esos dientes sumamente blancos... todo tan extrañamente familiar. Un sueño nuevo, en el que te veía en paz, sereno y hablábamos por horas y había un entendimiento y un aroma a armonía que....
sí, un sueño tan raro.
"Tú te llamarás Auxocromo el que capta el color. Yo Cromoforo - La que da el color."
"Mi
deseo es entender la línea la forma el movimiento. Tú llenas y yo
recibo.Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son
mis astros y va a las tuyas que son mi luz"