domingo, 25 de marzo de 2012

D. cuando E. me escribe algo in-tenso

"Durante años he visto crecer la incapacidad de escucha y de asombro de mi especie. Nuestra habilidad para la fuga, para el falso compromiso o acto irresponsable va de la mano con nuestro entusiasmo artificialmente incrustado; exento de esfuerzo -o de sufrimiento-, crece porque se trata de una felicidad (¿redondez?) comprada y no de una trabajada. Nace ahí una nueva conciencia actual, no de la inmortalidad, porque mantiene su vigencia de la caducidad de los seres, pero sí una que recuerda constantemente que los estados y figuras emergen sin ningún sentido de acción propia, y su consumo responde a una estructura no deliberada, es sólo una disposición de la suerte, es la oportunidad la que instituye el consumir, y así no tienen que ser extraídos con el propio sudor los frutos cualesquiera de la tierra. Un mundo así, para esa conciencia, no es bondadoso en términos agriculturales, tampoco en términos preagriculturales, y creo que lo que sea que lo explique, no requiere del pensamiento, ni de la crítica, y eso atropella por supuesto el discernimiento de la cercanía -y alteridad- de todos los seres del reino animal. Repensar la maquinaria de la muerte que practicamos los humanos exige una fe en el pensamiento y en la crítica, lo cual, lo sabemos bien, en estos tiempos disímiles, es mucho esperar".

No hay comentarios: