viernes, 14 de mayo de 2010

El Caballero.

Ayer, leyendo al caballero, quise tenerte de frente y que me leyeras en voz alta.
Ayer, leyendo al caballero no deje de pensarte. Fui Acumulando (nuestros) gerundios.

"Y el caballero, ¿Lo olvidará todo, ya que también hay una especie de contradicción?¡No!, pues el caballero no se contradice, y hay condradicción en olvidar la substancia de toda su vida mientras se continúa siendo el mismo. No siente ningún deseo de convertirse en otro hombre y de ninguna manera ve en esta transformación la humana grandeza. Únicamente las naturalezas inferiores se olvidan y llegan a ser algo nuevo. Es así como la mariposa ha olvidado que fue oruga; quizás olvidará aun que ha sido mariposa y hasta tal punto que podría convertirse en pez. Las naturalezas profundas no pierden jamás el recuerdo de sí mismas y tampoco llegan a ser otra cosa que lo que ha sido. Por lo tanto el caballero lo recordará todo, pero precisamente ese recuerdo es su dolor; sin embargo en su resignación infinita se halla reconciliado con la vida. Su amor por la princesa ha pasado a ser para él la expresión de un amor eterno y ha tomado un caracter religioso, se ha transfigurado en un amor cuyo objeto es el ser eterno, el cual si bien se ha negado a favorecer al caballero, al menos lo ha tranquilizado otorgándole la conciencia eterna de la legitimidad de su amor bajo la forma de una eternidad que realidad alguna no podrá arrebatarle. Los jovenzuelos y los locos son los que se jactan de que para el hombre todo es posible. ¡Qué error! Desde el punto de vista espiritual todo es posible, más no en el mundo finito hay muchas cosas que son imposibles.
Pero el caballero hace posible lo imposible encarándolo desde el ángulo del espíritu, lo cual expresa diciendo que renuncia a ello. El deseo, ansioso de convertirse en realidad y que había tropezado con la imposiblidad, se ha debilitado en su fuero interno; no por eso está perdido u olvidado.
A veces el caballero siente los obscuros impulsos del deseo que despierta el recuerdo; a veces él mismo los provoca; pues es demasiado orgulloso para admitir que aquello que fue la substancia de toda su vida haya sido cuestión de un momento efímero. Conserva joven ese amor y a medida que juntos envejecen, va haciéndose más bello. Por el contrario no desea de ningún modo la intervención de lo finito para favorecer el crecimiento de su amor. Desde el instante en que ha efectuado el movimiento, la princesa está perdida para él. No tiene necesidad de esos espasmos nerviosos que la pasión provoca ante la presencia de la amada ni de otros fenómenos parecidos, ni tampoco de perpetuos adioses en el sentido finito, pues posee de ella un recuerdo eterno; sabe muy bien que aquellos amantes tan ansiosos por verse todavía una vez postrera, tienen motivo para mostrar esa ansiedad, y razón en suponer que volverán a verse por última vez, porque ellos harán todo lo posible para un rápido y mutuo olvido. Ha comprendido ese gran secreto: que, incluso amando, uno debe bastarse a sí mismo."

No hay comentarios: