lunes, 24 de mayo de 2010

Gaston Bachelard: La intuición del instante.

I. EL INSTANTE

"El presente virgen, vivo y bello. MALLARMÉ

"Habremos perdido hasta la memoria de nuestro encuentro... y sin embargo nos reuniremos, para separarnos y reunimos de nuevo, allí donde se reúnen los hombres muertos: en los labios de los vivos." SAMUEL BUTLER

I
LA IDEA metafísica decisiva del libro de Roupnel es la siguiente: El tiempo sólo tiene una realidad, la del Instante.En otras palabras, el tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas. No hay duda de que el tiempo podrá renacer, pero antes tendrá que morir. No podrá transportar su »ser de uno a otro instante para hacer de él una duración. Ya el instante es soledad... Es la soledad más desnuda en su valor metafísico. Pero una soledad de orden más sentimental confirma el aislamiento trágico del instante: mediante una especie de violencia creadora, el tiempo limitado al instante nos aisla no sólo de los demás, sino también de nosotros mismos, puesto que rompe con nuestro más caro pasado.
Allí, desde el umbral de su meditación —y la meditación en el tiempo es tarea preliminar de toda metafísica— está así el filósofo ante la afirmación de que el tiempo se presenta como el instante solitario, como conciencia de una soledad.

¿Cómo escaparía lo que es real a la marca del instante presente, pero, recíprocamente, cómo podría el instante presente no imprimir su huella sobre la realidad? Si mi ser sólo toma conciencia de sí en el instante presente, ¿cómo no ver que ese instante es el único terreno en que se pone a prueba la realidad? Aunque hubiéramos de eliminar nuestro ser, en efecto es preciso partir de nosotros mismos para demostrar el ser. Por consiguiente, tomemos primero nuestro pensamiento y lo sentiremos borrarse sin cesar con el instante que pasa, sin ningún recuerdo para lo que nos acaba de abandonar, ni tampoco esperanza, ya que estamos inconscientes, para lo que el instante que viene nos entregará. "Tenemos conciencia del presente y sólo del presente", nos dice Roupnel.

El instante que se nos acaba de escapar es la misma muerte inmensa a la que pertenecen los mundos abolidos y los firmamentos extintos. Y, en las propias tinieblas del porvenir, lo ignoto mismo y temible contiene tanto el instante que se nos acerca como los Mundos y los Cielos que , se desconocen todavía.

Y Roupnel agrega un argumento que vamos a contradecir con la única intención de acentuar más su pensamiento: "No hay grados en esa muerte que esar la vez el porvenir y el pasado". Para reforzar el aislamiento del instante, incluso nos atreveríamos a decir que hay grados en la muerte y que aquello que está más muerto que la muerte es lo que acaba de desaparecer... Y en efecto, la meditación del instante nos convence de que el olvido es tanto más claro cuanto que destruye un pasado más cercano, igual que la in- certiclumbre es tanto más conmovedora cuanto que se le sitúa en el eje del pensamiento por venir, en el sueño que se solicita pero al que ya se siente engañoso. Por efecto de una permanencia enteramente formal que habremos de estudiar, del pasado más remoto tal vez pueda volver y revivir un fantasma un tanto coherente y sólido, pero el instante que acaba de sonar no podemos conservarlo con su individualidad, como a un ser completo. Asimismo, el luto más cruel es la conciencia del porvenir traicionado y cuando llega el desgarrador instante en que un ser querido cierra los ojos, al punto se siente con qué novedad hostil el instante siguiente "asalta" nuestro corazón.
Ese carácter dramático del instante tal vez pueda hacernos presentir la realidad. Lo que quisiéramos subrayar es que, en esa ruptura del ser, la idea de lo discontinuo se impone sin la menor sombra de duda. Tal vez se objete que esos instantes dramáticos separan dos duraciones más monótonas. Pero llamamos monótona y regular a toda evolución que no examinamos con atención apasionada. Si nuestro corazón fuera suficientemente vasto para amar la vida en el detalle, veríamos que todos los instantes son a la vez donadores y expoliadores, y que una novedad joven o trágica, repentina siempre, no deja de ejemplificar la discontinuidad esencial del Tiempo.

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