martes, 31 de agosto de 2010

D-es-memoria.

Y cuando sabemos dar el primer beso y la primera entrega de cuerpos es porque el lenguaje nos intensificó las ganas y no existe nulidad.
La nulidad está en aquellos cuerpos con contenidos tan prejuiciosos como sus propias ganas y sus posibles. Y no es que se anulen de inmediato así mismos, sino que anulan a otros muy aprisa, eso es una forma secreta de autoanularse poco a poco. Anular a otros es también jugar a la desmemoria. Hay anulaciones tan íntimas que provocan una retrospectiva de vacío para el ser que está siendo anulado, pero sólo por un instante. El ser anulado por aquél incapaz de estar, se retoma y se auto promete para no desmemoriarse.

La anulación te define porque tienes miedo de ser libre y sentir con y por otros el lenguaje de cuerpo, las palabras de tiempo, la entrega y el involucramiento.
El que anula, ningunea. El ninguneo es un ¡zafo! autonombrado, un confort determinado. El que no dice sí ni tampoco dice no, sencillamente no dice nada. Es el mismo que quiere sentir pero no tanto. El que anula es incapaz de saber que la única realidad del tiempo es el instante; no se sabe sintiendo ni estando; el que anula miente y evita.
El que anula y ningunea a los otros, no sabe que lo hace, la cualidad del que ningunea es su no-ser-empático. Así, al que anula, al que ningunea, al que se zafa, lo sabemos falso e incompleto. En él no hay tonalidad.

No existe el Ser desmemoriado.

2 comentarios:

Stalker dijo...

D:

digamos sí con el cuerpo, virtámonos en el cauce del otro, injertémonos en su canto, fluyamos hacia él desde nuestro tono...

Unknown dijo...

Sí, sí!!!