domingo, 10 de abril de 2011

Lecturas de domingo

Tú vives aún el sueño infantil,
una historia falsa
de gloria y oropeles viejos.
Te encendieron el alma de canciones,
de frases huecas y de malos versos.

Brochazos en azul, músicas, himnos…
¡qué temblor en tus manos!
¡qué alegría en tu pecho!
¡qué luces misteriosas
en tus ojos ingenuos!

Tú vives una historia
adornada de sueños
como un viejo grabado
empolvado e ingenuo.

Mentira, todo es falso,
frente al pavor diario del misterio
parecemos vacíos,
vacíos en el alma y el cerebro.
Recuerdo…
cómo corrían, monte arriba,
echando lastre a los mismos bordes del sendero,
ideas, frases, sueños,
mientras tras (de) las sombras temblorosas
aullaba buscando presa el gran perro del Miedo.

No salgas al camino del retorno
con un ramo de rosas y de besos
que no verán tus ojos el desfile soberbio.
Mira mis manos sucias de trinchera,
mi boca amarga, mis cantares yertos,
el drama que en la frente
eternamente llevo.
Mira mis ojos en tinieblas rojas,
mira los garfios que ahora son mis dedos,
mira mi alma retorcida, sabe
de la furia, del miedo,
de la soledad trágica,
de las horas sin eco.

No salgas al camino del retorno
que el que esperas ha muerto.
Esconde tus sonrisas y tus flores
y sigue con la rueca de tu ensueño.

No oigas mi paso de animal mecánico
ni veas el cuervo negro que hay en mi corazón,
ni esta sonrisa que arranco de los nervios.
Yo pasaré delante de tu casa, de tu huerto,
de todo lo que has sido, sin volverme a mirar,
soy viajero
de un camino de horror
que sella el labio, ciega los ojos
y me abrasa el pecho.

Miguel Hernández*

*En la revista electrónica eHumanista, el escritor y académico español José Guadalajara publicó recientemente dos poemas que atribuye a Miguel Hernández, fechados en el frente del Jarama en 1937, durante la Guerra Civil. En ambos se advierte el estilo y los temas de Hernández. En el texto donde explica cómo llegaron a sus manos estos poemas, Guadalajara dice: “Hace unos treinta y cinco años, cuando era estudiante del antiguo COU, tuve la dicha de que un profesor de Literatura me pasara dos poemas que, según me aseguró, se los había dedicado o dado Miguel Hernández a su padre en un momento concreto de la Guerra Civil. (…) Aún ahora sigo sin explicarme cómo un profesor que guarda consigo tal tesoro fue capaz de cedérselo a un alumno casi anónimo que lo único que hizo fue, en un momento dado, hacerle ver su profunda admiración hacia el poeta de Orihuela”.

Laberinto Milenio

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