miércoles, 4 de diciembre de 2013

Con tu partida somos sólo dos columpios vacíos

Yo te aprendí la lluvia y el olor a tierra mojada y a guayabas, mi gusto por los mangos, por un perfume que huela pero no sepa a mandarinas. La locura de subirme a un columpio y jugar a volar alto. A leer poesía y contar cuentos en noches de insomnio. Yo te aprendí a compartir, a dejarle el camino libre a una hormiga que va pasando, a reír y bailar sin pareja bajo la luna llena, que el color favorito debe ser el azul, por basto; la historia de la música y cómo enumerar alfabetos en las cartas. Yo te aprendí la libertad sin reclamos, te aprendí el gerundio más próximo: el estando. Te aprendí que los silencios suelen tener ecos, que escribir deleita y encierra, y que cuando la vida muere una planta nace. Te aprendí lo simple habitando lo profundo, que los besos curan resfriados de cuerpo y alma. Que la soledad es maravillosa compañía pero la felicidad es cuando la soledad se comparte.

Te aprendí y me enseñaste a vivir.

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